Bañar a M

A sus primeros días de nacida, nos daba terror el baño. Pensábamos que esa cosita tan frágil se nos podía caer o le podía caer agua en un oído (y le cayó agua y le dio una ligera otitis. Un paseo a la otorrino, nada serio). Pasamos como una semana limpiándola con pañito húmedo hasta que nos atrevimos a usar la ponchera. Yo había comprado una pequeña y una mediana, redondas de esas que venden en las tiendas de potes plásticos. Usábamos la pequeña que poníamos en el lavamanos. M era pequeñita. Llénabamos un termo de unos 10 litros de agua filtrada y calentábamos una olla de agua también filtrada para entibiarla. Hasta aquí, todo bien. La locura se desataba cuando poníamos a M en esa ponchera. Lloraba como si la estuviéramos desollando viva. No había manera. Esa bebita recién nacida comenzó a mostrar sus capacidades vocales desde muy temprano. A veces hacía lo que bautizamos como el troll: cerraba los ojos, apretaba la boca y se ponía rígida, al mismo tiempo que hacía un sonido de ultratumba. Su cara se ponía morada. Era el clímax de su rabia. De más está decir que esto nos helaba la sangre y de inmediato interrumpíamos el baño.

Pasó un mes y notamos que la ponchera se quedaba pequeña. Fui a unos chinos y compré el primer artículo rosado de M: una bañera con espaldar y posa culito. La experiencia del baño había cambiado un poco. M ya se había acostumbrado a la rutina y había entendido que no moriría en el agua. Con la bañera todo fue más relajado. M se dejaba restregar con confianza. El lavado del cabello seguía siendo un problema pero la rabieta duraba poco. Detesta que la acuesten o que la fuercen en una posición y había que acostarla para lavarle la cabeza, no queríamos que le cayera el agua jabonosa en la cara. Por primera vez, apareció Rubber Duckie, un regalo de sus primas. Fue su juguete favorito hasta aproximadamente los 6 o 7 meses. No nos dimos cuenta de cuándo se coló la indiferencia en esa relación.
 
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Los Meses dorados

Con la bañera, la bañábamos en el mesón de la cocina. Estando a nuestra propia altura, nuestras espaldas, cuellos y regiones lumbares nos agradecieron un montón. En esta época, el baño era un juego y ella aún no tenía mucha movilidad. Todavía no se iba a agarrar todo cuanto estuviera a su alcance. En las fotos hay al menos una docena de elementos peligrosos. M ni los veía. Se enfocaba en su baño y en Pato. Estos fueron un par de meses maravillosos de baños sin lucha ni tensión muscular.
 
La sesión de tensión dinámica
Cuando M tomó conciencia del mundo que la rodeaba, cuando sus ojos comenzaron a ver más allá de Patico y de mamá, tuvimos que abandonar la cocina. Poco a poco aumentaba su movilidad también. Sus músculos abdominales ya le permitían sentarse solita y esto, aunque facilitaba el baño por que nos liberaba manos, le permitía también volverse más escurridiza. Para bañar a una bebé se necesitan unas 8 manos conectadas a un único cerebro. Estoy seguro de que los bebés de nuestros antepasados no se bañaban. De lo contrario, la evolución nos habría regalado al menos un set extra de brazos y manos.

Nos fuimos a la ducha cuando M tenía unos 7 u 8 meses. Primero, nos mudamos con la bañera. Ya no usábamos el agua filtrada. Confiamos en que el sistema inmunitario de M estuviera lo suficientemente desarrollado para aguantar el agua tal como la envía Hidrocapital y afortunadamente fue así. Llenábamos la bañera con agua directo de la regadera. Cuando tienes tensión crónica en toda la espalda y cuello, no tener que estar cargando agua de la cocina al baño es una pequeña gran noticia.

 
La zona cercana a la bañera se convirtió en zona de splash. Ahora se bañaba ella y nosotros también. Ya desde hacía unos meses, no la bañábamos entre los dos. Uno bañaba y el otro preparaba todo para el secado y pijama. El baño de M es cerca de las 7-8pm, hora en la que estamos los dos en casa. Todo chévere, hasta que M comenzó a fortalecer sus piernas y a dominar la técnica de pararse. Entonces, el piso extra resbaloso de la bañera y la inquietud de la muchachita por explorar TODO, convertía aquello en una angustiosa sesión de tensión muscular y mental. La angustia de que no se resbalara y se metiera un tortazo se había adueñado del baño. Los músculos a tiro para reaccionar rápido en caso de resbalón. Charles Atlas estaría orgulloso. Yo llenaba la bañera a tope para que el agua amortiguara en caso de fallo de los sistemas de seguridad. Y un día se resbaló. Cayó de espaldas en el agua y se sumergió por medio segundo. Aquello no fue una experiencia agradable. Pero no le enseñó nada. Siguió en su afán de pararse y explorar. Los bebés son perseverantes.
 
 ¿Cómo enjabonas a una bebé que te obliga a usar tus dos brazos para sostenerla? Hay que sentarla, es sólo una bebé, dirán algunos. Jajajaja jajajaja jajaja (perdonen la risa psicótica).
Nos deshicimos de la bañera. La dejamos para casos especiales como cuando se va el agua. Ahora, utilizamos un banquito. Papá o mamá se sienta y el otro le pasa a la bebé. M se baña en la ducha como todos los demás, bueno no exactamente. Su piso es el regazo de mamá o de papá. Papá se pone su licra de bañar a M y mamá se pone el top del bikini para que M se concentre en bañarse y no esté pidiendo teta cuando no toca. Manipular a una bebé que se para, se sienta, se monea, mientras está enjabonada, requiere técnica, fuerza y reflejos. Sin todo el proceso previo no estaríamos entrenados. Ser padre o madre te ejercita los reflejos como pocas cosas en la vida. M ni se entera. El baño en la ducha es más sencillo y rápido. La logística es mínima. Igual, tenemos días buenos de baños felices y días no tan buenos de baños rebeldes.
Jesús

Un territorio ocupado

Más que la cama, M llegó a ocupar nuestra vida. Es la ocupación más hermosa y maravillosa de la historia de las ocupaciones. Sus armas son sus ojitos, sus sonrisas, sus piecitos, sus manitas…

Hace unos días, M se acercaba a mamá, que estaba acostada, para ver si tenía los ojos abiertos. Le decía Nene y la pellizcaba. Cir pedía auxilio gritando y M reía. Uno no se puede acostar en la que ahora es su cama porque nos brinca encima para hablar o jugar.

 
 Y si nos ve el control de la TV, pues ni hablar. Tenemos cuidado de que no lo muerda para evitar accidentes pero de la noche a la mañana aprendió a cambiar los canales para tomar las decisiones más locas. Puede poner desde Bloomberg hasta alguna novela mexicana. cualquier cosa le puede llamar la atención. Entonces se sienta y le dedica unos minutos antes de seguir jugando.

 
 No queda alternativa, toca rendirse.

 
 Jesús

M quiere pararse y caminar

M insiste en pararse pero se agarra duro de donde se está apoyando. Ya se mantiene con una sola mano pero aprieta para no caerse. Hoy la vi coqueteando con la idea de moverse hacia otro punto. Estiraba el brazo pero no alcanzaba. Sabe diferenciar entre el piso duro y la cama blanda. En la cama y en el corral, se lanza para caer sentada. En el piso duro, se agacha con cuidado hasta sentarse. Imagino que en un par de meses la tendremos correteando por ahí.

M en el parque

Llegamos a la fiesta de F y mamá vio el columpio inmediatamente. Cirene tenía días con ganas de montar a M en un columpio. Esa fue su primera vez y le encantó. Después, la pasó para la rueda y M se mostraba un poco confundida. Intentaba gatear pero su norte cambiaba de lugar constantemente. Fue un día divertido.

Visita a la odontopediatra

Ayer M cumplió 10 meses y de regalo la llevamos a la odontopediatra, una visita necesaria pero postergada. Cirene había leído en las redes sobre el programa @bebesincaries que se lleva a cabo en el Complejo Social Don Bosco, Altamira. Se trata de un programa de prevención de la enfermedad de Caries en la Infancia Temprana que, todos los lunes en la mañana, atiende a bebés hasta los tres años. Se cancela una módica suma a manera de colaboración.
Nos recibió la Dra. Sonia Feldman, quien nos dio una breve charla sobre el programa, sobre la higiene dental y sobre la altísima y preocupante incidencia de las caries en bebés menores de dos años. Las causas son múltiples pero destacan la alimentación y la falta de información sobre higiene bucal. Entre las recomendaciones que hace la doctora está que el cuidado comience lo más temprano posible, incluso desde la barriga. La embarazada puede asistir para recibir información sobre su propia alimentación y sobre el cuidado de su bebé. Recomienda asistir a consulta a partir del mes de nacido. En ese momento, a pesar de que la mayoría de los bebés aún no tienen dientes, se comienza con la higiene bucal, masaje de encías y a acostumbrarlos al procedimiento.
Nosotros comenzamos con M desde los primeros meses pero a medida que crecía se dejaba menos y se volvía más traumático, para nosotros y para ella, por las rabietas que montaba. Los gritos que pegó la chiquita en ese consultorio no eran normales, para nosotros. Sin embargo, parece que muchos gritan y forcejean igual. Afortunadamente, M no tenía caries, aunque sí un poco de piedra. Nos enseñaron la posición y técnica idóneas para cepillarla, masajear encías y usar el hilo dental, y le aplicaron flúor. A pesar de que salió suspirando, la muchachita está sana y ahora pertenece al programa de prevención. Ahora es nuestra responsabilidad que se mantenga como una #bebesincaries.

Ahora entiendo a mi mamá

Después de «estoy cansada», creo que la frase que más repito durante el día es «ahora entiendo a mi mamá». Desde que nació M definitivamente entiendo cada una de las cosas que hacía, decía y pensaba mi mamá.
 
Entiendo por qué sus baños duraban menos de 5 min, por qué era la primera en levantarse en las mañanas, ponía lavadoras y cocinaba todo lo que podía entre 5:30 y 6:30am.
 
Entiendo por qué los fines de semana y días feriados no eran de mucho descanso que digamos y por qué anhelaba tanto su siesta de las tardes.
 
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Entiendo por qué decidió trabajar medio tiempo y pasar tantas tardes con nosotros, por qué se le arrugaba un poquito el corazón cuando no nos comíamos la comida que con tanto amor había preparado y por qué ese mismo corazón se hinchaba de orgullo cada vez que nos miraba.
 
Entiendo por qué a veces lloraba sin razón aparente (sobre todo con alguna canción que le traía recuerdos), por qué sufría si estábamos enfermos o tristes, por qué daba lo que fuese por vernos felices.
 
Entiendo por qué decía que yo era la niña de sus ojos y que no había amor más grande en la vida que el de una madre por sus hijos.
 
Hoy, que ya soy madre entiendo muchas cosas que no entendía cuando solamente era hija.
Gracias a M ahora entiendo a mi mamá.
 
 
Cirene