¿El Fular o el coche?

Ambos, por favor.
El papá de Cirene nos regaló el fular meses antes de que llegara M. Lo pedimos azul cian porque 1) yo ya me había autonombrado porteador oficial de la familia 2) no quería andar enrollado en rosado o fucsia 3) no iniciar a M en la diatriba de los colores femeninos y masculinos. Además, me parecía un color divertido y llamativo que advertía que cargaba algo al frente. Comenzamos a usarlo cerca del mes de nacida M, cuando comenzamos a salir por recreación y no para ir a la pediatra.
Al principio, me costó un poco entender la técnica de amarre y más la de meter a la bebé. Era tan pequeñita y yo la sentía tan frágil que tenía que moverme en cámara lenta y frente al espejo. Cada cinco pasos me detenía a sentir si respiraba. Todavía lo hago.
M era tan pequeñita e iba tan tranquila que la gente no notaba que yo llevaba una bebé sino hasta que estaban muy cerca. Entonces se sorprendían. «¡Ay Dios! ¡Pero ese bebé si va cómodo ahí!» Otros nunca habían visto un fular y se acercaban a entender el sistema. Todavía me paran señoras para analizarlo y por si le hacen uno para su «nietica que está por nacer». Desde una camionetica en Margarita me gritaron ¡verga, ese invento es nuevo!
Una de las hadas madrinas de M nos regaló el coche. Pasaron días, ella y Cir, escogiendo el coche paraguas ideal. No muy pesado, no muy aparatoso. Leían comentarios en las redes que hacían mamás peatonas de todo el mundo sobre el modelo X o el Y. Finalmente, encontraron el coche perfecto para nosotros. Ahora alternamos entre coche y fular. La verdad es que nos parece que ambos sistemas tienen más ventajas que desventajas.
El fular lo usamos cuando necesitamos agilidad y manos libres. Para paseos a pie, en metro, autobús y hasta peñero, el fular ha sido nuestra solución ideal. M se queda dormida, pegadita del pecho de mamá o papá. No obstante, a medida que M va creciendo, sentarse se me hace más complicado, en especial en sillas con posa brazos. En el metro, prefiero ir parado si son pocas estaciones.
Con el coche, descansa el porteador. La espalda y el cuello lo agradecen. Y si vamos a un sitio sin baño familiar, que no son pocos, pues, el coche es el cambiador. Por lo general, lo usamos cuando andamos en carro y sólo para lugares espaciosos, en especial, restaurantes o centros comerciales. También es sumamente conveniente cuando uno de los dos no está en casa para estar con M mientras el otro cocina, o se baña en 30 segundos.
Jesús

¿Y duerme toda la noche?

No. Los bebés recién nacidos no saben qué es una noche. No saben del movimiento de rotación, ni de los ciclos y rutinas de los humanos adultos.
Todavía no logramos entender por qué se le hace esta pregunta a los padres de recién nacidos. Imagino que es una de esas preguntas para hacer conversación, como ¿está haciendo calor? O ¿viste el juego anoche? Y así como me ocurre con las últimas dos, la nueva pregunta, sumada a la falta de sueño, me retumbaba en la cabeza.
«¿Cómo se llama? ¿Qué tiempo tiene? ¿Y duerme toda la noche?»
Estoy seguro de que el cuerpo debe tener algún tipo de sistema alterno de amabilidad porque mi respuesta era siempre una sonrisa y un «es una bebita, duerme siestas de una hora o dos». Esa respuesta, generalmente, daba pie para que se comenzara a hablar de algún otro bebé: «no, porque mi hija/sobrino/ahijado/la bebé de una amiga…» Lo que yo tomaba como señal para escapar.
Si me quedaba, aquello desembocaba en la inevitable oda a la fórmula y sus bebés dormilones. «Pepita se tomaba sus 200 onzas de tetero* a las 9pm y eso era corrido hasta las 6am». Yo dejaba ver otra sonrisa y un amable «es que el tetero es pesado y el bebé tarda para digerirlo. La leche materna se digiere más rápido». A esto le seguía un «a mí casi no me salía leche» o «mi lechita no lo alimentaba». La verdad es que me aburre la militancia y evangelización que asumen algunas mamás con la lactancia materna exclusiva (LME) y no iba a gastar la última rayita de batería que me quedaba el el cuerpo en ponerme a debatir sobre los beneficios de la LME. Lo cierto es que Cir, yo, y prácticamente toda nuestra generación, fuimos alimentados con fórmula. Defendemos la teta de M a capa y espada pero entendemos que cada cabeza es un mundo y cada familia una galaxia.
Unos meses después, luego de escuchar unos cuantos cuentos de cama, cuna, tetas y teteros, creo entender mejor la pregunta.  El sujeto de la pregunta no es la bebé, es la mamá. Entonces, la respuesta es No. O como cuando todas las mañanas le pregunto a Cir:
– ¿Dormiste?
– Ahí, más o menos.
*exageración mía
Jesús

Manoseadores y Besuqueadores

De este lado del mundo, a la gente le gusta manosear y si es a los bebés de desconocidos, pues mejor. Ya estábamos preparados desde el embarazo. Salíamos y Cirene no podía distraerse un segundo porque de la nada aparecía una vieja a sobarle la barriga.
Nosotros respetamos la cuarentena postnatal y un poquito más. Cuando nació M, incluso enviamos una comunicación a la familia sobre el momento en que comenzaríamos a recibir visitas. Mi mamá y mi hermana nos visitaron a la semana y la familia extensiva al mes o un poco más.
Al principio, nos valíamos de las manoplas. Preferíamos escuchar las opiniones sobre cómo las manoplas limitaban la experiencia sensorial de la bebé a tener que decirle a la gente que no le tocara las manitos. Pero pronto M aprendió a quitárselas.
Una de las muchas ventajas del fular es que limita enormemente la manoseadera. Las manitos y los cachetes quedan resguardados, aunque los más perseverantes aunque sea un pie le agarran.
Una vez, M tendría unos cuatro meses, estábamos visitando a unos amigos y uno de ellos quiso saludarla agarrándole una manito. El pobre debe haber quedado traumatizado con el grito que pegó Cir: ¡No le toques las manos! ¡A los bebés no se le tocan las manos porque ellos se las llevan a la boca!
Desde ahí, decidimos cargar siempre un potecito de gel antibacterial. Quienes quisieran interactuar con M debían poner las manos para que Cir les sirviera gel para limpiarse. Algunos se notaban ofendidos y otros aceptaban la condición sin problemas.
Hoy, seguimos con esta práctica pero de manera más relajada. A estas alturas, M se lleva de todo a la boca. Así que estamos aplicando antibacterial a todos y a todo a discreción.
Es posible que estemos exagerando pero hasta ahora no hemos tenido que lidiar con resfriados, ni virosis. Una bebé es suficiente angustia, no quiero imaginar una bebé enfermita.
Jesús

La galleta maría

Poder comerme una galleta maría y escribirlo mientras lo hago es algo que para muchos podría ser lo más normal del planeta pero cuando eres mamá algo tan sencillo como eso se convierte en toda una hazaña.

¿Cliché? Seguramente. Pero sólo cuando lo vives es que te das cuenta de que hay placeres muy pero muy sencillos y, definitivamente, en mi caso, mi amada M me ha enseñado a disfrutar cada fracción de segundo de manera muy intensa. Los placeres son infinitos y cada quien tiene los suyos, pero cuando apenas puedes ir al baño o poner una lavadora (eso sí que es una proeza), comienzas a sentir deleite en las cosas más básicas y simples. M tiene casi 40 minutos durmiendo una siesta aquí cerquita de mí y yo me siento sumamente feliz porque me comí toda mi galleta maría y además pude escribirlo.

Cirene

Foto: @ElOtroFotógrafo

PD: Jesús pregunta ¿cómo es eso de que poner una lavadora es un placer? ¿Alguien que me le responda al niño?

¡Shhhhh! Está dormida

Cuando M duerme es el momento en que quien la está cuidando, papá o mamá, puede hacer cosas (comer, bañarse, cocinar, dormir…). Pero también es cierto que cuando M duerme es el momento en que el universo decide ponerse ruidoso. Uno hace de todo para que se duerma y luego haces de todo para mantener el silencio. Pero siempre hay un ruido. Una alarma que se dispara en el estacionamiento, un ladrido, un celofán fantasma escondido justo debajo de algo que acabas de mover.

Y hay tanto por hacer. La ropa sucia se reproduce como si duendes usaran tu ropa por la noche y la dejaran en la mañana en la cesta. El almuerzo no se prepara solo. Hay que escribir en el blog. Me caigo del sueño pero M no se duerme. A veces, en la noche, me siento en la compu a trabajar alguna foto o escribir tonterías y al rato llega Cir con una M hipercinética, que no se duerme por nada (como en este instante que M se revuelca y reclama en mis brazos porque sigo escribiendo).

Pero cuando se duerme, no me provoca sino verla durmiendo. Porque duerme con una placidez y una paz envidiables. Nos ponemos a hacer alguna de las tareas pero nos turnamos. «Anda a ver a Martina», me dice Cir. Y yo voy y siempre me le quedo viendo la barriguita. Si sube y baja, todo bien. Estoy como obsesionado con saber que respira.

Entonces llega alguien y las perras de la casa se vuelven locas y se ponen a ladrar. Cooo, ¡Shhhh! que M está dormida.

Jesús

Ya la bebé dice hola

Yo era de los que no entendía por qué se hacía tanta fanfarria cuando un bebé hacía algo que resultaba tan normal para el resto de la humanidad. La palabra clave en ese no entender mío es precisamente «normal». Desde que vimos el positivo en la prueba de embarazo, Cir y yo, cada uno por su lado, secretamente, se obsesionó con que  la bebé fuera «normal». Normal para nosotros en realidad significaba sana. Todavía no sabíamos su sexo pero lo que nos ponía, y aún nos pone, más ansiosos era su salud.
Y digo «secretamente» porque en ese momento nadie quiere ser el pavoso. Por más racional que sea uno, cuando la situación escapa por completo de mi control, es difícil no rallar en la superstición.
Hoy entiendo que lo que para mí resultaban tonterías son en realidad hitos de psicomotricidad que indican que la bebé va desarrollándose según lo esperado. M ha cumplido con todos sus hitos hasta ahora en el momento que corresponde y cada uno es un respiro para nosotros. Todo va bien, nos repetimos al menos una vez al día.
Sí, los hitos están basados en estándares y estadísticas pediátricas. Sí, todos los bebés son diferentes y algunos superan los hitos antes y otros después del estándar, sin que eso signifique nada malo. Pero ¡qué respiro cuando ocurre!
Cir siempre hace la misma afirmación acompañada de la misma pregunta: Ella está bien, ¿verdad? Yo hago un recuento de los hechos y nos quedamos tranquilos, o le escribimos a la pediatra para reconfirmación.
En este camino hay muchos de esos momentos antes y después, que marcan la entrada en una nueva etapa. Como padres, Cirene y yo también vamos cumpliendo con nuestros propios hitos, en nuestro propio tiempo.
Jesús