Un territorio ocupado

Más que la cama, M llegó a ocupar nuestra vida. Es la ocupación más hermosa y maravillosa de la historia de las ocupaciones. Sus armas son sus ojitos, sus sonrisas, sus piecitos, sus manitas…

Hace unos días, M se acercaba a mamá, que estaba acostada, para ver si tenía los ojos abiertos. Le decía Nene y la pellizcaba. Cir pedía auxilio gritando y M reía. Uno no se puede acostar en la que ahora es su cama porque nos brinca encima para hablar o jugar.

 
 Y si nos ve el control de la TV, pues ni hablar. Tenemos cuidado de que no lo muerda para evitar accidentes pero de la noche a la mañana aprendió a cambiar los canales para tomar las decisiones más locas. Puede poner desde Bloomberg hasta alguna novela mexicana. cualquier cosa le puede llamar la atención. Entonces se sienta y le dedica unos minutos antes de seguir jugando.

 
 No queda alternativa, toca rendirse.

 
 Jesús

Ahora entiendo a mi mamá

Después de «estoy cansada», creo que la frase que más repito durante el día es «ahora entiendo a mi mamá». Desde que nació M definitivamente entiendo cada una de las cosas que hacía, decía y pensaba mi mamá.
 
Entiendo por qué sus baños duraban menos de 5 min, por qué era la primera en levantarse en las mañanas, ponía lavadoras y cocinaba todo lo que podía entre 5:30 y 6:30am.
 
Entiendo por qué los fines de semana y días feriados no eran de mucho descanso que digamos y por qué anhelaba tanto su siesta de las tardes.
 
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Entiendo por qué decidió trabajar medio tiempo y pasar tantas tardes con nosotros, por qué se le arrugaba un poquito el corazón cuando no nos comíamos la comida que con tanto amor había preparado y por qué ese mismo corazón se hinchaba de orgullo cada vez que nos miraba.
 
Entiendo por qué a veces lloraba sin razón aparente (sobre todo con alguna canción que le traía recuerdos), por qué sufría si estábamos enfermos o tristes, por qué daba lo que fuese por vernos felices.
 
Entiendo por qué decía que yo era la niña de sus ojos y que no había amor más grande en la vida que el de una madre por sus hijos.
 
Hoy, que ya soy madre entiendo muchas cosas que no entendía cuando solamente era hija.
Gracias a M ahora entiendo a mi mamá.
 
 
Cirene

Germofobia, pañales sucios y mi bautizo

Desde que tengo memoria, le tengo manía a los gérmenes de los demás. Dicen que es culpa de mi abuelo materno. Hay gente que me da más asco que otra pero, en general, a casi todo el mundo le tengo asquito. Incluso, paso por odioso porque no soy muy dado a la práctica social de saludar con beso, aunque curiosamente a mi abuelo le encantaba.

 

Hasta hace no mucho, cuando mis amigos lo notaban, me tocaba aguantar toda clase de bromas al respecto. Pero es una manía y las manías no saben de razones.

 

No obstante, desde antes de que naciera M, yo ya intuía que no tendría problemas con el cambio de pañales. No podía verla como un agente externo o extraño.

 

El primer pañal que cambiamos lo cambiamos entre los dos con un poco de retraso. Ella llegó a la habitación entre las 12 y la 1am (como dos horas después de haber nacido) y estábamos tan cansados, Cirene además sedada y recién operada, que dormimos hasta el día siguiente. A las 630am nos despertamos y fue cuando se nos ocurrió revisar el pañal. M nos había dejado su primer regalo hace al menos una hora (a juzgar por el aspecto de la muestra). El meconio me resultó una sorpresa. No tenía olor y la consistencia era como de Nutella. Sí, estuve a punto de probarlo pero Cirene me detuvo. Estaba curado de mi manía, aunque sólo con mi bebé.
No huele a nada
Al parecer, los bebés que toman exclusivamente teta cagan como querubines. Así que aquello no olía a nada. Esos primeros 7 meses de LME (Lactancia Materna Exclusiva) fueron maravillosamente inodoros. El color y la consistencia eran lo que uno espera pero, por lo demás, cambiar un pañal era como destapar un yogurt o abrir un huevo sancochado (dependiendo de si la toma había incluido leche del final o no, ya Cir hablará de eso en su momento).
Nunca me ha causado asco cambiarle el pañal a M. Ni antes, ni ahora que ya está con la alimentación complementaria y la cosa está mucho más perfumada.
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Mi bautizo
Un día llegué a Caracas con un poco de tiempo extra antes de mi clase en la ucv y pasé por la casa a ver a las niñas. Era una parada técnica, entrar y salir. Tenía a M cargada y sentí que estaba haciendo número dos. La lavé y estaba poniendo el pañal nuevo. En esos primeros días, M no tenía un horario fijo y podía hacer varias veces en una hora (luego nos dimos cuenta de que hacía en tres partes). Cada vez que la cambiaba, estaba pendiente de su cara por si venía la siguiente carga. Pero, ese día, por un segundo me distraje y fue ahí cuando M me regaló lo que yo luego llamé «mi bautizo como padre»: un chorro a presión que me decoró toda la camisa a lo Jackson Pollock.
Lo llamé «mi bautizo» porque, contrario a lo que yo mismo pensaba que sería mi reacción, me eché a reir, me quité la camisa, fui a lavar a M de nuevo y le puse su pañal limpio. Restregué la camisa, me puse una nueva y me fui a dar mi clase con ese cuento que no podría comentar con nadie por un par de horas y con una recarga en los niveles de ternura que despertaba mi hija en mí.
 Jesús

Una fe de vida

No sé si sea algo de papás, o si Cir también lo hace y finge que no, pero desde que nació M estoy obsesionado con ver que está respirando. Y lo digo porque Cir, siempre que le pregunto «¿está respirando?», me responde «claaro ¿qué te pasa?». Pero es que yo no tengo la sincronización bluetooth que tienen ellas.

Si cargo a M en el fular y se duerme, tengo que detenerme cada cierto tiempo, cerrar los ojos y dejar de respirar para sentir su barriguita inflándose y desinflándose contra la mía.

Si está durmiendo en la cama o el corral, tengo que chequear constantemente y es mejor cuando se duerme con una mano en la barriga porque puedo ver cómo esta sube y baja. Entonces respiro yo.

Mi mente es medio macabra y al menos unas tres o cuatro veces al día me muestra los posibles accidentes que podrían ocurrir cuando M está bajo mi cuidado. Por eso necesito esa fe de vida: una barriguita que sube y baja.

Jesús

Música: https://soundcloud.com/mrinal-desai/christian-smith-grey-skies-tcm

Tiene mamitis

No, no vivo en negación. M prefiere estar con mamá por razones biológicas y emocionales. Mamá es vida, es comida, seguridad, calor, olor, consuelo y la cara que más ve. Es mamitis y son ganas de mantenerse viva y a salvo. Desde los cinco meses, su palabra segura ha sido Nenene. Ya no la usa para pedir auxilio, dice Nenene con una sonrisa grandota y sus ojazos brillan cuando ve a Cirene. No me pongo celoso, me encanta ver el dueto perfecto que forman Cir y M.
Sí, M dice papá cuando me ve. Pero también en sus ejercicios de vocalización y repetición. «Papapapapapamamapa». Cir quiere que diga mamá pero M sigue con Nenene. Yo le digo que es preferible Nenene. He visto niños a los que le preguntan cómo se llama su mamá y responden «mamá». Sin embargo, imagino que «mamá» es un rango mayor a Nenene.
Ya me han advertido sobre un futuro próximo en el que M ya habla y dice «papá no, mamá». Sé que ocurrirá y entiendo por qué ocurrirá pero por ahora me pongo en una posición para que no ocurra, al menos, no así, tan crudo y brutal.
M no llora sino en momentos muy precisos y dura poco: Cuando le cambiamos el pañal y ella no está de humor para cambios de pañal, cuando está cansada o tiene sueño, y cuando realmente quiere ir con mamá. Yo les digo que están sincronizadas por bluetooth. Sí tengo a M y llega mamá, comienza la danza del «déjame ir con mamá». Pero si mamá está haciendo sus cosas, me voy a otro lado o echo a mamá del cuarto. Sin mamá a la vista, M vuelve a sus juegos o a sus cánticos de somnolencia.
«Mmmmm mmmmm mmmmm mmmm», canta M para dormir con papá. Yo la acompaño con alguna melodía improvisada.
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Una predicción errada

Cada año, hago lo posible por participar en el reto fotográfico #UnaFotoxDíax28Días. Todos los días nos dan el título de la foto y toca ir a tomarla. Es divertido y me ejercito en la disciplina de fotografiar a diario. Al final, me quedan tantas fotos que no importa mucho si no gano. Este año, decidí que mi tema sería M y la tarea de hoy era: Una predicción errada.

Sin una idea clara de la foto que tomaría, como todas las noches, sentamos a M en su sillita para comer con nosotros. Bueno, ella destroza y juega con su comida y nosotros comemos. Hoy, Cir le preparó unas carnitas en forma de hamburguesa. Le dimos una por que ya había comido un poquito de pastina. Pues, contra todo pronóstico, la devoró y quedó comiéndose las migajitas. Así que le dimos la segunda y la M hizo lo propio. Si fuera por ella, le pasaba la lengua a la mesa, pero no llegaba. Esta niña es una sorpresa cada día.

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Para ver cómo voy con mis fotos: https://www.instagram.com/sinplantilla2/

Jesús

¿Volverme loca?

Chateaba hoy con otra mamá sobre lo difícil y fuerte que es quedarse sola en casa todo el día cuidando a la bebé. Le decía que desde que empecé a trabajar, aunque no lo hago todos los días por el permiso de lactancia, a veces, me provocaba ir de lunes a viernes porque allí tengo la ayuda de Jesús y no siento que me voy a volver loca (cosa que ocurre muy a menudo cuando me quedo con M todo el día muchos días seguidos sin ver la luz del sol). Y es que, de verdad, esos días son como un círculo sin fin en los que siento que lo único que hago es dar teta, cocinarle y darle de comer a M (algo distinto porque bueno la bebé debe tener una alimentación balanceada y comer alimentos de todos los grupos), limpiar todo el desastre (porque me antojé de practicar el BLW), dar teta, cambiar pañal, volver a cocinar, limpiar desastre, dar teta, volver a limpiar, cambiar pañal y, obvio, dar teta, again, y así hasta que descubro que son las 5:00 p.m. sigo en pijamas y estoy como una loca ojerosa. Para rematar el día, llega Jesús del trabajo y dice: “mijita ¿qué te pasó? Ya vas a decir que M no te dejó hacer nada” y en ese momento lo que quiero es ahorcarlo.

Yo no me quejo, en serio. Jesús es un súper papá que cumple muy bien con su rol pero hay días que apenas pisa la casa le lanzo a M en los brazos y me voy corriendo al baño y me encierro allí una media hora. Antes lloraba. Ya no lloro. Ahora por lo menos reviso twitter o fb. Por cierto, la mamita con la que chateaba me confesó que me escribía en ese momento desde el baño 😛

Cirene

P.D: gracias al universo todavía M no me toca la puerta del baño. Curiosamente su papá sí lo hace con ella en brazos y me pregunta “¿todo bien?”. A veces, ni respondo.

Un baño baby friendly

Un paseo con M debe ser bien planificado. Desde decidir si coche o fular, el contenido de la pañalera, dos paraguas o uno, por si acaso, camiseta o manga larga, capri o pantalón largo, etc. Pero igual de importante es escoger el destino según el baño.
Son pocos los locales que tienen un baño compatible con bebés. Es decir, un baño con cambiador. Cuando llegamos a un restaurante, es de las primeras cosas que chequeamos.
A estas alturas, ya M tiene casi un año, hemos desarrollado un par de maniobras para lidiar con baños no aptos para familias lactantes.
El coche es la primera línea de defensa. En casos de emergencia, es el mejor cambiador. Pero, preferimos lavar a M. Creemos que no hay toallita húmeda que pueda sustituir al agua. Pero no siempre es posible.
La maniobra «caballito»
La bautizamos así por el primer lugar donde nos tocó aplicarla, curiosamente, un parque infantil que no tiene baños familiares. En pocas palabras, es un cambio de pañal en el aire usando una mano como el lomo de un caballo donde reposa la bebé. Es complicada y requiere fuerza en los brazos para aguantar la tensión.
La maniobra clásica
O cambio en el regazo. Una vez, validando los reposos de Cir en el IVSS, vi a una mamá ejecutarla a la perfección y en tiempo record. Me quedé impresionado porque fue un cambio de número 2. Ella le repetía a su bebé «no te vayas a hacer pipí». La bebé sonreía. En aquel entonces, M estaba de semanas y ya me había bautizado con rocíos de número 1 y baños de número 2. No imaginaba posible ejecutar esa maniobra sin terminar con una mascarilla cortesía de M.
Dos baños perfectos en Caracas
No hay como llegar a un lugar y encontrarse con el baño soñado. Nuestros dos baños favoritos de toda Caracas son el de Franca Coffeecakes LPG y el de Pastelería Danubio Las Cúpulas. Son baños 5 estrellas para el cambio de pañales. Ambos baños, tanto el de damas como el de caballeros, tienen cambiador, son limpios, privados, espaciosos, siempre hay agua ¿ya dije lo limpios que son? A veces creo que voy más por el baño que por el café.
Luego están los baños que apenas cumplen con el requisito básico del cambiador pero carecen de alguno o todos los demás. Entonces o le toca a mamá cambiar el pañal y/o lidiar con cualquiera que decida iniciar una interacción. Por mencionar algunos baños públicos con cambiador y opción a socialización: los del Tolón, los del Centro Sambil,  y el de Pdvsa La Estancia. Estos dos últimos son ultra ajetreados.
Jesús y Cirene

¿El Fular o el coche?

Ambos, por favor.
El papá de Cirene nos regaló el fular meses antes de que llegara M. Lo pedimos azul cian porque 1) yo ya me había autonombrado porteador oficial de la familia 2) no quería andar enrollado en rosado o fucsia 3) no iniciar a M en la diatriba de los colores femeninos y masculinos. Además, me parecía un color divertido y llamativo que advertía que cargaba algo al frente. Comenzamos a usarlo cerca del mes de nacida M, cuando comenzamos a salir por recreación y no para ir a la pediatra.
Al principio, me costó un poco entender la técnica de amarre y más la de meter a la bebé. Era tan pequeñita y yo la sentía tan frágil que tenía que moverme en cámara lenta y frente al espejo. Cada cinco pasos me detenía a sentir si respiraba. Todavía lo hago.
M era tan pequeñita e iba tan tranquila que la gente no notaba que yo llevaba una bebé sino hasta que estaban muy cerca. Entonces se sorprendían. «¡Ay Dios! ¡Pero ese bebé si va cómodo ahí!» Otros nunca habían visto un fular y se acercaban a entender el sistema. Todavía me paran señoras para analizarlo y por si le hacen uno para su «nietica que está por nacer». Desde una camionetica en Margarita me gritaron ¡verga, ese invento es nuevo!
Una de las hadas madrinas de M nos regaló el coche. Pasaron días, ella y Cir, escogiendo el coche paraguas ideal. No muy pesado, no muy aparatoso. Leían comentarios en las redes que hacían mamás peatonas de todo el mundo sobre el modelo X o el Y. Finalmente, encontraron el coche perfecto para nosotros. Ahora alternamos entre coche y fular. La verdad es que nos parece que ambos sistemas tienen más ventajas que desventajas.
El fular lo usamos cuando necesitamos agilidad y manos libres. Para paseos a pie, en metro, autobús y hasta peñero, el fular ha sido nuestra solución ideal. M se queda dormida, pegadita del pecho de mamá o papá. No obstante, a medida que M va creciendo, sentarse se me hace más complicado, en especial en sillas con posa brazos. En el metro, prefiero ir parado si son pocas estaciones.
Con el coche, descansa el porteador. La espalda y el cuello lo agradecen. Y si vamos a un sitio sin baño familiar, que no son pocos, pues, el coche es el cambiador. Por lo general, lo usamos cuando andamos en carro y sólo para lugares espaciosos, en especial, restaurantes o centros comerciales. También es sumamente conveniente cuando uno de los dos no está en casa para estar con M mientras el otro cocina, o se baña en 30 segundos.
Jesús

¿Y duerme toda la noche?

No. Los bebés recién nacidos no saben qué es una noche. No saben del movimiento de rotación, ni de los ciclos y rutinas de los humanos adultos.
Todavía no logramos entender por qué se le hace esta pregunta a los padres de recién nacidos. Imagino que es una de esas preguntas para hacer conversación, como ¿está haciendo calor? O ¿viste el juego anoche? Y así como me ocurre con las últimas dos, la nueva pregunta, sumada a la falta de sueño, me retumbaba en la cabeza.
«¿Cómo se llama? ¿Qué tiempo tiene? ¿Y duerme toda la noche?»
Estoy seguro de que el cuerpo debe tener algún tipo de sistema alterno de amabilidad porque mi respuesta era siempre una sonrisa y un «es una bebita, duerme siestas de una hora o dos». Esa respuesta, generalmente, daba pie para que se comenzara a hablar de algún otro bebé: «no, porque mi hija/sobrino/ahijado/la bebé de una amiga…» Lo que yo tomaba como señal para escapar.
Si me quedaba, aquello desembocaba en la inevitable oda a la fórmula y sus bebés dormilones. «Pepita se tomaba sus 200 onzas de tetero* a las 9pm y eso era corrido hasta las 6am». Yo dejaba ver otra sonrisa y un amable «es que el tetero es pesado y el bebé tarda para digerirlo. La leche materna se digiere más rápido». A esto le seguía un «a mí casi no me salía leche» o «mi lechita no lo alimentaba». La verdad es que me aburre la militancia y evangelización que asumen algunas mamás con la lactancia materna exclusiva (LME) y no iba a gastar la última rayita de batería que me quedaba el el cuerpo en ponerme a debatir sobre los beneficios de la LME. Lo cierto es que Cir, yo, y prácticamente toda nuestra generación, fuimos alimentados con fórmula. Defendemos la teta de M a capa y espada pero entendemos que cada cabeza es un mundo y cada familia una galaxia.
Unos meses después, luego de escuchar unos cuantos cuentos de cama, cuna, tetas y teteros, creo entender mejor la pregunta.  El sujeto de la pregunta no es la bebé, es la mamá. Entonces, la respuesta es No. O como cuando todas las mañanas le pregunto a Cir:
– ¿Dormiste?
– Ahí, más o menos.
*exageración mía
Jesús