Un territorio ocupado

Más que la cama, M llegó a ocupar nuestra vida. Es la ocupación más hermosa y maravillosa de la historia de las ocupaciones. Sus armas son sus ojitos, sus sonrisas, sus piecitos, sus manitas…

Hace unos días, M se acercaba a mamá, que estaba acostada, para ver si tenía los ojos abiertos. Le decía Nene y la pellizcaba. Cir pedía auxilio gritando y M reía. Uno no se puede acostar en la que ahora es su cama porque nos brinca encima para hablar o jugar.

 
 Y si nos ve el control de la TV, pues ni hablar. Tenemos cuidado de que no lo muerda para evitar accidentes pero de la noche a la mañana aprendió a cambiar los canales para tomar las decisiones más locas. Puede poner desde Bloomberg hasta alguna novela mexicana. cualquier cosa le puede llamar la atención. Entonces se sienta y le dedica unos minutos antes de seguir jugando.

 
 No queda alternativa, toca rendirse.

 
 Jesús

M quiere pararse y caminar

M insiste en pararse pero se agarra duro de donde se está apoyando. Ya se mantiene con una sola mano pero aprieta para no caerse. Hoy la vi coqueteando con la idea de moverse hacia otro punto. Estiraba el brazo pero no alcanzaba. Sabe diferenciar entre el piso duro y la cama blanda. En la cama y en el corral, se lanza para caer sentada. En el piso duro, se agacha con cuidado hasta sentarse. Imagino que en un par de meses la tendremos correteando por ahí.

M en el parque

Llegamos a la fiesta de F y mamá vio el columpio inmediatamente. Cirene tenía días con ganas de montar a M en un columpio. Esa fue su primera vez y le encantó. Después, la pasó para la rueda y M se mostraba un poco confundida. Intentaba gatear pero su norte cambiaba de lugar constantemente. Fue un día divertido.

Mi niña sí me come

Cuando estaba embarazada de M, me dio por seguir cuanta cuenta de IG había sobre mamás, nacimiento, embarazo, lactancia y hasta una bien chévere de una mamá residenciada en Margarita que hacía recetas bien creativas para su hijo (que, por cierto, en los videos siempre comía de todo y solito como un adulto). Pero para aquel entonces mi obsesión era con todo lo relacionado con el parto respetado y humanizado. Claro que los temas de lactancia, alimentación y crianza me interesaban pero como que en el fondo no les paraba tanto. Sí le dije a Jesús en algún momento: «te gusta el método este BLW (baby lead weaning o alimentación guiada por el bebé) porque creo que ese es el que usaremos con M».

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Mucho antes de que M naciera, yo estaba clarísima con que amamantar era lo que quería para mi bebé y, aunque nunca me imaginé que me costaría tanto, lo logré y ya llevamos casi 9 meses (6 de lactancia exclusiva). Ahora, lo que nunca me pasó por la mente es que lo que llaman “alimentación complementaria” sería mi verdadera obsesión.
Como ya dije, siempre veía la cuenta de la @baticocina en IG y decía ” qué fino, así quiero que coma M”. Pero jamás pensé que eso implicaría un estrés culinario. Palabras más palabras menos, pasaron los 6 meses de lactancia (cuando más lo empezaba a disfrutar y ya estábamos súper relajadas) y, pum, hora de los sólidos. Me dije: “bueno, esto no puede ser tan difícil. Tenemos la bebé, tenemos la sillita, ya pasaron los 6 meses. M ya hasta tiene un diente”.
La primera vez, puse la silla en el suelo sobre papeles de periódico. Le dimos un cambur a M y lo agarró y lo chupó como si supiera exactamente lo que hacía. Pero ese fue el primer día. Los posteriores no fueron tan maravillosos. M no se veía muy interesada en el proceso y en algunos casos apenas probaba el alimento. Empezó mi desesperación, hasta asistí a un par de talleres de BLW. Consulté a mis amigas-madres que ya habían pasado por eso y las fastidié hasta decir basta. Hice horarios, listas y cuanta vaina existe para organizar agendas con menús y sus horas.

Meterme en IG y ver a mamis dándole de comer a sus bebés y a estos comiendo sin chistar, o ver a los bebés comiendo solitos me deprimía (aprendí que nadie va a poner un video de un bebé que no quiere comer, cerrando la boca o volteando la cara. Eso no atrae likes ni seguidores). Además, comencé a ver toda la mesa sucia, el piso, la silla de M, su ropa, sus cabellos y hasta sus ojos. Para rematar, nunca me ha gustado cocinar entonces peor que peor, JA.

Le contaba toda mi desesperación a Jesús y el decía «bueno, entonces habrá que darle con cuchara. No se puede ser tan ortodoxo. Igual, relájate». Pero además de eso también me dijo algo muy sabio: «paciencia». Y es que una de las claves del BLW es la paciencia.

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Martina comiendo apio dentro de una ponchera para evitar el desastre (no funcionó)

 

 Carlos González, a quien ya siento como un amigo de la familia, de tanto video y libro suyo que hemos revisado, también me dijo algo fantástico «confíe en su hijo». Eso he hecho y hoy cuando M está a una semana de cumplir sus 9 meses ya come tranquila muchos alimentos por sí sola y yo derretida con sus caras.

Cirene

P.D: no puedo cantar victoria en este terreno porque sé que los niños cambian todo el tiempo y el tema de la comida es algo muy particular. De hecho, aún me estreso demasiado cuando M se atraganta con un pedazo de arepa o de pollo. Ah y ya me he entusiasmado con el tema culinario. Sí, los hijos definitivamente te cambian.

M gatea en la grama

Por nuestra cabeza pasó que Cirene renunciaría a su trabajo para quedarse en casa con M. No teníamos con quién dejarla y tampoco nos agradaba la idea de dejarla con alguien. Yo sugerí que fuera yo pero, como dice la canción, mamá es quien da la teta. El 6 de enero terminaba el reposo post-natal, que habíamos unido con vacaciones y días pendientes. Lo estiramos hasta los 7 meses de M. Pero aún nos parecía muy chiquita para dejarla.

Cuando anunciamos la decisión en el trabajo, nos pidieron que lo repensáramos. Como es posible imaginar, no hay colas de profesores de inglés esperando trabajo en las instituciones de educación superior públicas. Al final, llegamos a un acuerdo para redistribuir las horas del permiso de lactancia de Cir y comenzamos a venirnos al trabajo con M. Fue la mejor decisión. Si trabajáramos en un edificio de ministerio en Caracas, la historia habría sido distinta. Pero en esta montaña, no se respira el aire viciado de las oficinas. Aquí, M gatea en la grama.

Jesús y Cirene

 

Manoseadores y Besuqueadores

De este lado del mundo, a la gente le gusta manosear y si es a los bebés de desconocidos, pues mejor. Ya estábamos preparados desde el embarazo. Salíamos y Cirene no podía distraerse un segundo porque de la nada aparecía una vieja a sobarle la barriga.
Nosotros respetamos la cuarentena postnatal y un poquito más. Cuando nació M, incluso enviamos una comunicación a la familia sobre el momento en que comenzaríamos a recibir visitas. Mi mamá y mi hermana nos visitaron a la semana y la familia extensiva al mes o un poco más.
Al principio, nos valíamos de las manoplas. Preferíamos escuchar las opiniones sobre cómo las manoplas limitaban la experiencia sensorial de la bebé a tener que decirle a la gente que no le tocara las manitos. Pero pronto M aprendió a quitárselas.
Una de las muchas ventajas del fular es que limita enormemente la manoseadera. Las manitos y los cachetes quedan resguardados, aunque los más perseverantes aunque sea un pie le agarran.
Una vez, M tendría unos cuatro meses, estábamos visitando a unos amigos y uno de ellos quiso saludarla agarrándole una manito. El pobre debe haber quedado traumatizado con el grito que pegó Cir: ¡No le toques las manos! ¡A los bebés no se le tocan las manos porque ellos se las llevan a la boca!
Desde ahí, decidimos cargar siempre un potecito de gel antibacterial. Quienes quisieran interactuar con M debían poner las manos para que Cir les sirviera gel para limpiarse. Algunos se notaban ofendidos y otros aceptaban la condición sin problemas.
Hoy, seguimos con esta práctica pero de manera más relajada. A estas alturas, M se lleva de todo a la boca. Así que estamos aplicando antibacterial a todos y a todo a discreción.
Es posible que estemos exagerando pero hasta ahora no hemos tenido que lidiar con resfriados, ni virosis. Una bebé es suficiente angustia, no quiero imaginar una bebé enfermita.
Jesús

Ya la bebé dice hola

Yo era de los que no entendía por qué se hacía tanta fanfarria cuando un bebé hacía algo que resultaba tan normal para el resto de la humanidad. La palabra clave en ese no entender mío es precisamente «normal». Desde que vimos el positivo en la prueba de embarazo, Cir y yo, cada uno por su lado, secretamente, se obsesionó con que  la bebé fuera «normal». Normal para nosotros en realidad significaba sana. Todavía no sabíamos su sexo pero lo que nos ponía, y aún nos pone, más ansiosos era su salud.
Y digo «secretamente» porque en ese momento nadie quiere ser el pavoso. Por más racional que sea uno, cuando la situación escapa por completo de mi control, es difícil no rallar en la superstición.
Hoy entiendo que lo que para mí resultaban tonterías son en realidad hitos de psicomotricidad que indican que la bebé va desarrollándose según lo esperado. M ha cumplido con todos sus hitos hasta ahora en el momento que corresponde y cada uno es un respiro para nosotros. Todo va bien, nos repetimos al menos una vez al día.
Sí, los hitos están basados en estándares y estadísticas pediátricas. Sí, todos los bebés son diferentes y algunos superan los hitos antes y otros después del estándar, sin que eso signifique nada malo. Pero ¡qué respiro cuando ocurre!
Cir siempre hace la misma afirmación acompañada de la misma pregunta: Ella está bien, ¿verdad? Yo hago un recuento de los hechos y nos quedamos tranquilos, o le escribimos a la pediatra para reconfirmación.
En este camino hay muchos de esos momentos antes y después, que marcan la entrada en una nueva etapa. Como padres, Cirene y yo también vamos cumpliendo con nuestros propios hitos, en nuestro propio tiempo.
Jesús